Libros de sangre II [Volúmenes IV, V y VI] by Clive Barker

Libros de sangre II [Volúmenes IV, V y VI] by Clive Barker

autor:Clive Barker [Barker, Clive]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Terror
editor: ePubLibre
publicado: 2017-01-01T00:00:00+00:00


* * *

Ezra Garvey se dio cuenta demasiado tarde de que regresar a las Piscinas (aunque solo fuera para un acto de intimidación, con los cuales habitualmente disfrutaba) había sido un error. Había reabierto en él una herida que creía ya a punto de sanar; le había traído recuerdos de su segunda visita allí y de las mujeres, y lo que le habían mostrado (recuerdos que había buscado hasta que comenzó a entender su verdadera naturaleza) emergió a la superficie. Le habían drogado con algo, ¿verdad? Y luego, cuando estaba débil y había perdido todo sentido del decoro, lo explotaron para su diversión. Le habían dado de amamantar como a un bebé y lo habían convertido en su juguete. Los recuerdos de aquello simplemente lo desconcertaban, pero había otros, demasiado profundos para ser del todo nítidos, que le horrorizaban. De una estancia interior y de agua cayendo en una cortina; de una oscuridad abominable y una luminiscencia que era más abominable aún.

Sabía que había llegado el momento de pisotear todos aquellos sueños y acabar con toda aquella confusión. Era un hombre que no olvidaba ni los favores hechos ni los favores debidos; un poco antes de las once mantuvo dos conversaciones telefónicas para cobrarse alguno de esos favores. Fuera lo que fuese aquello que habitaba las Piscinas de Leopold Road, no iba a prosperar allí por más tiempo. Satisfecho tras sus gestiones nocturnas, subió a dormir. Se había bebido casi una botella entera de schnapps desde que regresó del incidente con Coloqhoun, con el frío metido en el cuerpo e inquieto. Ahora, el licor comenzó a asentarse en su organismo. Sentía los miembros pesados y la cabeza aún más pesada. Ni tan siquiera se molestó en desvestirse, simplemente se acostó en la cama doble durante unos minutos para permitir que sus sentidos se aclarasen. Cuando se despertó, ya era la una y media de la madrugada.

Se sentó en la cama. Su vientre volvía a molestarle de nuevo; en efecto, todo su cuerpo parecía estar contusionado. Pocas veces había estado enfermo durante sus cincuenta y pico años de vida: el éxito había mantenido a las enfermedades a raya. Pero ahora se sentía fatal. Tenía un dolor de cabeza que lo cegaba casi por completo… Avanzó a trompicones desde su dormitorio hasta la cocina guiándose más por el tacto que por la vista. Allí se sirvió un vaso de leche, se sentó a la mesa y se lo llevó a los labios. Sin embargo, no bebió. Su mirada se posó en la mano que sujetaba el vaso. La examinó a través de una nebulosa de dolor. No parecía ser su mano: era demasiado fina, demasiado suave. Apoyó el vaso en la mesa, temblando, pero este se volcó, la leche se esparció por la mesa de teca y cayó al suelo.

Se puso de pie. El sonido de la leche al caer sobre las baldosas de la cocina despertó en él unos pensamientos muy curiosos. Avanzó con paso inestable por el estudio. Necesitaba estar con alguien: cualquiera serviría.



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